Opera Joven Gianni Schicchi en el Teatro Lopez de Ayala. Gianni Schicchi es una Opera de Giacomo Puccini Libreto de Giovacchino Forzano ORQUESTA: Camerata Anam Dirección Musical: Álvaro Albiach Dirección Escénica: Cristina D. Silveira ELENCO ARTÍSTICO- MUSICAL: Gianni Schicchi: Alberto Martínez Lauretta: Mar Morán Zita: Paola Leguizamón Rinuccio: César Arrieta La Ciesca: Andrea Niño Betto di Signa: Miguel Maduro-Dias Simone: Javier Agudo Nella: Silvia Naranjo Gherardo: Sergio Aunión Maestro Spinelloccio: Manuel Torrado Marcos: José Miguel Torres Moruno Ser Amantio di Nicolao: Javier Gómez Carrasco Pinellino: Rubén Molano Guccio: Pedro Gragera Gherardino: Hugo Corchado Buoso Donati: Tito López Duración: 60 minutos SINOPSIS: Estamos en 1299, en una Florencia que anda ocupada construyendo la Torre de Arnolfo y que ve pasear a Dante por sus calles. Allí, la muerte es otra cosa. En una casa con vistas a la Torre della Vacca, el anciano Buoso Donati, que ha vivido más días de los que su familia hubiera deseado, ha muerto al fin. En la cama donde yace se agolpan sus familiares concursando por derramar las lágrimas más voluptuosas y acumular los desmayos más inspirados. Este teatrillo de la pena acaba cuando a la casa llega un rumor: el viejo roñoso se lo ha dejado todo a un convento. Cunde el pánico: ¡hay que confirmar la noticia! La frenética búsqueda del testamento desordena por completo la estancia hasta que Rinuccio, el joven sobrino de Zita, la prima del difunto, lo encuentra. Rinuccio pide algo antes de entregarlo: si el testamento es favorable a la familia, su tía deberá permitirle casarse con Lauretta, la hija del astuto Gianni Schicchi. La tía Zita acepta con malicia: habiendo dinero, “¡cásate con quien te plazca, aunque sea una diablesa!”. Se procede a la lectura del testamento mientras se manda llamar a Schicchi y su hija Lauretta. Pero se confirman los peores augurios: están todos desheredados, irá el tesoro para los monjes, y la boda entre Rinuccio y Lauretta se antoja imposible. El desánimo se apodera de todos los presentes, que sólo aciertan a pensar en los frailes que tendrán que agrandar los hábitos para dejar sitio a sus barrigas. Al llegar Gianni Schicchi y ponerse en situación, se le ocurre una idea: sabiendo que nadie más conoce la muerte del viejo, sacarán su cuerpo de la habitación y Schicchi ocupará su lugar. Hasta el médico, que acaba de llegar, caerá en el ardid, creyendo que gracias a sus artes curativas se el muerto ya se encuentra mucho mejor. El plan sigue su curso: Gianni Schicchi, con el gorrito de dormir, la bufanda y el camisón de Donati, dictará un nuevo testamento oculto tras el dosel de la cama. Mientras se avisa al notario los familiares van repartíéndose los bienes menores, sin llegar a un acuerdo por las grandes riquezas: la casa de Florencia, los molinos de Signa y la mula. Por unanimidad deciden que sea Schicchi quien los reparta cuando llegue el notario, y mientras le van disfrazando todos le ofrecen en secreto futuras recompensas si son los elegidos. Schicchi las acepta todas. Antes de la llegada del notario Schicchi recuerda a los presentes el castigo para él y sus cómplices si se descubre la mentira: todos quedarán con una mano de menos y un exilio de más. A la llegada del notario y los testigos, el “enfermo” Schicchi pide funerales modestos en su honor y reparte con voz lastimera las propiedades pequeñas entre los presentes, tal y como estaba previsto. Al llegar a la casa, los molinos y la mula, dicta su voluntad: todo para el devoto y afectuoso amigo ¡Gianni Schicchi! Los parientes nada pueden hacer si quieren conservar sus manos, más allá de robar lo que les pilla más cerca. Schicchi los echa de la que ya es su casa y, conmovido por el abrazo de los dos enamorados que ya se pueden casar, se gira al público pidiendo, si no la absolución, sí un atenuante: no fue por codicia, fue por amor...